El presidente Donald Trump logró ya una victoria importante rumbo a la aprobación de su reforma fiscal al ser aprobada en la Cámara de Representantes por 227 votos a favor y 205 en contra.
El profundo cambio fiscal propuesto por el presidente de Estados Unidos representa un recorte de impuestos a las grandes corporaciones y personas físicas por 1.4 billones en 10 años, pero aún le falta saltar el escollo de la Cámara de Senadores en donde todavía se visualizan algunos problemas incluso con legisladores del partido republicano.
Para la Casa Blanca se trata de un reto, puesto que la economía se constituyó como su base electoral para que Estados Unidos regrese a los años de gloria.
Los principales beneficiaros serían las empresas con una baja en la tasa impositiva del 35% al 20% que se sitúa por debajo de Francia y Japón. Para la población general, reduce los tramos fiscales de siete a cuatro (12%, 25%, 35% y 39,6%), aumenta las deducciones a familias, duplica el mínimo exento (de 12.000 a 24.000 dólares en parejas) y liquida el impuesto de sucesiones, ahora mismo vigente sólo para herencias superiores a los 5.59 millones.
Pero los críticos de dicho cambio esgrimen el fuerte aumento del déficit que acarreará la reducción de ingresos federales. Los cálculos hablan de más de 1.5 billones en un decenio.
Más de 400 millonarios y multimillonarios, entre ellos George Soros y Steven Rockefeller, han puesto el grito en el cielo al ver cómo el plan reduce sus impuestos en tiempos de bonanza empresarial. En una carta, estos potentados han pedido a Trump que recapacite y que destine fondos a salud, educación e investigación.
Los demócratas por su parte afirman que el proyecto beneficia netamente a las familias que ganen un millón o más al año frente a aquellas que perciben entre 40.000 y 50.000 dólares. También han recordado que la factura la pagarán los programas sociales que Trump ya ha empezado a recortar.