La innovación tecnológica transformó la capacidad de oferta de las organizaciones, los costos, la manera de interactuar con los clientes, la comunicación, la logística y las cadenas de suministro, en términos de mayor competitividad, eficiencia y productividad a largo plazo, así como la incursión en nuevos mercados el impulsó del crecimiento de la economía.
No obstante, México es de los países que menos invierten en investigación e innovación, de acuerdo un análisis del Fondo Económico Mundial (WEF) con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
La inversión de México equivale a 0.43% del Producto Interno Bruto (PIB). Rumania gasta 0.39% y Chile 0.36%.
“Sin una vigorosa participación de las empresas en la agenda de innovación y desarrollo tecnológico, México no podrá avanzar hacia una economía más sólida y basada en el conocimiento”, señala Enrique Cabrero, Director General del CONACYT.
Roberto Cabrera, socio líder nacional de Asesoría de KPMG en México, destacó que la innovación debe ser una cultura arraigada en toda la estructura de las organizaciones, ya que su contribución se nota en diferentes áreas, actividades y procesos.
Indicó que en la encuesta de KPMG, Perspectivas de la Alta Dirección en México 2017, realizada a 868 directivos, revela que tres de cada cuatro encuestados enfocan la innovación como una de sus tres prioridades en la organización.
Sin embargo, de acuerdo con el propio estudio, para el 30% de las organizaciones el tema de innovación carece de un enfoque consistente, herramientas o recursos. Por ello es útil sólo a corto plazo.
Roberto Cabrera destacó que ante un entorno cada vez más competitivo, que demanda nuevas alternativas para acercarse a los clientes, la cultura de innovación debe promoverse desde el interior de la compañía como un proceso constante absolutamente necesario, del que depende la supervivencia o desaparición del negocio.