El gobierno ruso de Vladirmir Putin ordenó este viernes disminuir el número de diplomáticos de Estados Unidos en Moscú y sus consulados, además de prohibirles el uso de un complejo de descanso y unos almacenes.
A pesar de la retórica empleada, las medidas, no incluyen la acusación de espionaje de ningún estadounidense ni la expulsión de nadie en concreto.
El anuncio de Moscú llega al día siguiente de que el Senado estadounidense aprobara, por una amplia mayoría, imponer nuevas sanciones a Rusia por su presunta injerencia electoral y su papel en las crisis de Ucrania y Siria.
La ley limita la capacidad de Donald Trump de retirar las penalizaciones, lo que supone un claro desafío al jefe de la Casa Blanca.
El mandatario debe decidir ahora si firma la ley que refleja la profunda desconfianza generalizada que despierta su acercamiento a Moscú, o la veta, consciente de que probablemente los legisladores podrían anular su impedimento.
Sin embargo, las medidas adoptadas por el Kremlin no son una respuesta directa a las sanciones del Congreso sino a las que adoptó Barack Obama el pasado diciembre por la supuesta intromisión electoral de Moscú.
Hay que recordar que los servicios de inteligencia de EU acusan a Rusia de orquestar una campaña de ciberataques para ayudar a Trump a ganar los comicios de noviembre. Por supuesto el gobierno de Putin lo niega.
El fiscal especial Roberto Muller y el Congreso investigan si el entorno de Trump se coordinó con las acciones rusas.
Obama expulsó en diciembre de EE UU a 35 diplomáticos rusos acusados de ser agentes de inteligencia, a los que dio 72 horas para abandonar el país. El presidente ruso, Vladímir Putin, sorprendió a todos cuando decidió entonces no responder simétricamente, es decir, aplicar el mismo castigo a los estadounidenses como era la tradición.
Ante la falta de progreso en las relaciones con Washington desde el inicio de la presidencia de Trump, en Moscú aumentó el número de políticos y funcionarios partidarios de responder a EE UU y de los que querían que la respuesta fuera dura. El jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, confirmó en junio que estaban estudiando las medidas a tomar ante la negativa de Washington de desbloquear las casas de descanso de los diplomáticos rusos en EE UU, mientras que algunos medios decían que se preparaba la expulsión de una treintena de diplomáticos nortea