La cancelación de la inversión de Ford por mil 600 millones de dólares para abrir una planta en San Luis Potosí y de otras empresas podrían continuar en el futuro cercano, aunque una salida masiva y generalizada de inversiones no es probable, debido al nivel de encarecimiento que generaría en el mercado estadounidense.
De acuerdo con la consultora KPMG México, en 2015 las ventas de autos ligeros en Estados Unidos cerró en su nivel más alto de los últimos 10 años, al alcanzar 17.5 millones de vehículos, tendencia que continuará de manera sostenida aunque limitada.
Del total de los vehículos comprados, 11.8 millones fueron producidos en el país de las barras y las estrellas, mientras que para este año la manufactura doméstica alcanzaría 12 millones.
Sin embargo, esa nación importó ocho millones de vehículos y poco más de dos millones se exportaron durante 2015, lo que significa un déficit comercial de cerca de seis millones de unidades entre el mercado estadounidense y el resto del mundo.
En este sentido, México fue el mayor exportador de autos hacia la Unión Americana, al tener una participación total de 26% de las importaciones, por lo que logró superar por primera vez en la historia a Canadá y Japón.
Según datos de la consultora, los costos de producción automotriz en México son 12.3% más bajos que en Estados Unidos, 8.6% que en Japón y 4.6% que en Canadá.
“Sin embargo, esta es solo una de las tantas fuentes de la competitividad del país; la relación precio-calidad de la mano de obra mexicana es indudablemente la mejor a nivel mundial. A esto se debe que algunas marcas de autos de lujo consideran a México como pieza clave”, detalló.
Por otra parte, Estados Unidos aumentó la utilización de su capacidad instalada, de 72% en 2011 a 100% en 2015, lo que generará un incremento en el déficit de este mercado, debido a una demanda creciente y la ausencia de anuncios de incrementos importantes en la capacidad instalada.
Bajo este contexto, los aranceles que pretende imponer Donald Trump a las importaciones desde México no tendrían efecto a menos que también se impusieran a países como Japón, Canadá, Corea, Alemania, el Reino Unido, entre otros.
Así como un incremento en la capacidad instalada en el corto plazo, situación poco probable, pues en promedio una planta tarda más de 2.5 años en construirse.
Sin embargo, un incremento en los impuestos arancelarios generaría inflación para el consumidor y desaceleraría el consumo a menos que se subsidiara la compra de vehículos, pero esto también representa una carga fiscal adicional, que sería pagada por los mismos consumidores, consideró la consultora.